miércoles, 25 de junio de 2014

Texto para un escritor inventado (o tal vez muy real).



               Dedicarle un texto a un escritor no es moco de pavo. Créeme. Revisarás ciento y una veces si cada palabra es la adecuada o, por el contrario (lo que más temes) demasiado sencilla. La presión mientras tus dedos acarician las teclas es similar a la que siente aquel valiente que le regala un cuadro surrealista a Dalí, o le compone una canción de amor canalla a Sabina. Sí, exactamente. “Sálvese quien pueda”. 

               Pero, imaginemos ahora (porque la imaginación aún es libre y gratuita, ¿verdad?) que ese escritor hoy cumple años. Y supongamos también que él es una de las personas más especiales que la vida te ha brindado. Y aunque pase el tiempo y ya no os toméis un capuchino juntos cada día, porque ambos vivís en otro país (pongamos por caso, Irlanda del Norte y Lituania. Como aquel que dice Kuala Lumpur y Senegal, ¿eh?), él seguirá siendo irremediablemente una de las personas con las que necesitas compartir todas tus (y sus) sonrisas y lágrimas. 
               Además, ya que hemos empezado a imaginar… figuremos que hace seis meses que no le ves, por ejemplo, desde que os despedisteis una mañana de invierno en una estación de tren. Y te invade tal sensación de nostalgia que podrías ver de una sentada “El Rey León”, “E.T.” y todas las películas con las que lloraste cuando aún no alcanzabas la estantería de las galletas.


             Si esos tres supuestos coincidieran en un día de verano como hoy, entonces (y sólo entonces), le dedicaría un texto a mi escritor favorito. A una de mis personas especiales. A mi Brian Jackson de carne y hueso. A él, que me olvida y me vuelve a recordar todos los días. Y sabe que es imposible que exista una amistad más sincera que la nuestra.  


¡Felicidades!


 
 
 
 

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