domingo, 31 de marzo de 2013

El día en que vivimos 23 horas

No sé cómo ha ocurrido. Si ha sido cuestión de meses, días o segundos. Pero, de repente, me he dado cuenta. ¿Cuántas personas con las que he compartido secretos, lágrimas, Turnedo y muchas sonrisas al calor de un café, son ahora completas desconocidas?
 
Y por un momento, tal vez durante esos 3:33 minutos en los que Ferreiro llueve de nuevo en mis oídos, cierro los ojos. Canto, recuerdo, siento, imagino… y deseo subirme al globo aerostático que un día construiste para mí, con el aire que me robabas al dejarme sin respiración. Volar, volar muy alto y tan lejos… Hasta romper la barrera del tiempo. Y girar hacia atrás las manecillas para pedirle al reloj que recupere esos meses en los que las haches aún eran mudas y las noches acababan en rayos de Sol.    

       


¡Hasta el infinito y más allá!