Tal vez no sea el presidente de un club de cómics. Puede que se caiga de bruces si intenta montar en patinete y que no haya escuchado a Death Cab for Cutie en su vida. Casi seguro, su mejor confidente no se llame Capitán Oats. Y dudo mucho que le ponga nuestro nombre a un velero.
Pero, aunque nunca caiga del cielo para callarnos con un beso de Spiderman, nos hará reír, a escondidas y a grandes carcajadas. Y también, para ser realistas, perder los nervios de vez en cuando... Siempre será coherente, sentirá todo lo que diga, aunque no diga todo lo que sienta. Y, sin duda, tendrá ese sabor tan dulce que únicamente un medio pomelo puede tener.
Entonces, y sólo entonces, todos los días sonarán a Navidukkah y nos sentiremos auténticas Princesas Centella.