Cuento la historia, o mejor dicho, me doy el lujo de recordarla constantemente porque por un instante fue mía. Porque ojala la olvidara yo... ojala la recordaras tú.
Te fuiste cuando hacía mucho frío. Y yo no quise ni darme la vuelta, por miedo a ver sólo tu espalda. Pero creo que nunca sabrás la verdad. Y que si me dices que me esperas en un banco de Portales, voy a llegar una hora antes para poder morderme las uñas, revolverme la sesera, tragarme los nervios y enjuagarme el corazón.
Y ahora hago lo que no quiero, callo lo que desearía decir a gritos y me escondo cuando me muero de ganas de verte.
Escribo de un alboroto de recuerdos que otros llamaron amor. Y me siento pequeña, casi diminuta, ante la pregunta que tantas veces he respondido a los niños…
¿Por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?
Si yo sólo quería ver las luces de Las Vegas contigo… Y no casarme.